"CONDIMENTOS CATAMARCA", UNA HISTORIA DE AMOR

A la salida de un ensayo en el barrio de Boedo, me encontré sobre la avenida que da nombre al barrio, con un cartel que decia: " Condimentos Catamarca". El cartel estaba escrito con fibra naranja y con pésima caligrafia. Debajo del cartel se encontraban embolsados los dichosos condimentos catamarqueños. Pimentón, pimienta suave, extractos de Santa Maria, etc. Al lado de la mesa se encontraba sentado él, alguien que imaginé podria tener el nombre de Antonio. Con su cara entristecida, algo compungida, y con la boca desdentada, escuchaba las palabras de su mujer que apareció de repente, a la que le puse el nombre de Juana. " Amor, tenemos que ir desmontando, se va a largar a llover". Esperemos un rato, china. " No ahora, después la estación se pone pesada". Imaginé que hablaba de Constitución y del viaje hacia alguna parte de los barrios del sur. Comenzaron a desmontar lentamente, esperando que algún transeunte les comprara algo con el dichoso sabor de esa provincia argentina. Pero eso no ocurrió. Al instante ella le da un beso en la frente. Una frente seca y cansada. Él le devuelve otro en la mejilla. Ella sonrie. Luego él también sonrie. A los dos les faltaban sus dientes delanteros, los más importantes. Parecia ser que no les importaba. Su risa era impresionante. De pronto él se la sienta encima y comienza a besarla freneticamente. Ella le sigue la pirueta. Luego lo abraza y lo besa por todos lados. Ninguno de los transeuntes compraba pero todos miraban azorados. Los besos eran besos de enamorados. De repente se acerca un muchacho de unos 16 años. " Pimentón por favor. ¿Cuanto sale?". Dos pesos, contestó ella con una risa increible. El muchacho compró y se retiró. Siguieron besandose. Cada mirada era un te quiero en serio. Se acercó un agente y dijo: " Ya tienen que levantar". Ellos armaron rapidamente un bolso enorme y se fueron caminando por Avenida Boedo, como si el mundo fuera de ellos.